El confort térmico es la sensación de bienestar físico y mental que caracteriza el estado de satisfacción que sentimos con nuestro entorno cuando, en un espacio determinado, no tenemos ni calor, ni frío.

En efecto, cada uno de nosotros, cuando estamos en una habitación, ya sea en nuestro hogar o en una oficina, queremos sentirnos bien, es decir, percibir la temperatura adecuada. Esto se consigue cuando un microclima favorable en un ambiente crea una sensación de confort.

Para que esto ocurra, el calor y la humedad producidos por nuestro cuerpo deben equilibrarse continuamente con las cantidades intercambiadas con el entorno en el que vivimos.

 

¿Cuál es la temperatura de confort en una casa?

 

Nuestro cuerpo es un organismo que funciona a una temperatura casi constante de unos 37 °C. Si la temperatura del aire de una habitación es baja, aumenta el intercambio por radiación y convección, lo que provoca una sensación de frío.

En cambio, si la temperatura es alta, aumenta el intercambio evaporativo a través de la piel y sudamos.

La norma europea uni ISO EN 7730 define el confort térmico de un individuo como "el estado mental de satisfacción con el ambiente térmico", identificable como aquel estado en el que no se tiene ni frío ni calor.

Este estado mental de satisfacción difiere de una persona a otra y depende de varios factores como:

  • el metabolismo;
  • la temperatura;
  • el sexo y la edad; 
  • la ropa;
  • la actividad física.


Algunos de ellos son parámetros ambientales medibles y otros son factores personales que no pueden cuantificarse.

 

En general, la temperatura de confort en una casa varía según la habitación. Para la sala de estar (salón, comedor, cocina), por ejemplo, oscila entre 18°C y 20°C, mientras que la temperatura recomendada para el dormitorio es de entre 16°C y 18°C. Para los cuartos de baño, puede oscilar entre 18°C (si están vacíos) y 22°C (si están ocupados).

 

De qué factores depende el confort térmico

 

Para alcanzar un estado de equilibrio térmico, la relación térmica entre nuestro cuerpo y el entorno debe ser equilibrada. Esto significa que no debe haber condiciones climáticas de estrés.

 

Para evitarlo, debemos prestar atención a varios factores que determinan el confort térmico:

 

  • la temperatura ambiente y la temperatura radiante, es decir la diferencia entre nuestra temperatura corporal y la de nuestro entorno, incluso las superficies que rodean el espacio en el que nos encontramos. Si estas temperaturas son bajas en relación con la temperatura del aire, como ocurre en invierno en un edificio que no está bien aislado, sentimos un malestar térmico desagradable por qué hay una rápida transferencia de calor por radiación de nuestro cuerpo a las superficies frías;
  • la humedad relativa del aire. Un aire demasiado húmedo dificulta la transpiración y, por tanto, el intercambio de calor entre nuestro cuerpo y el ambiente, creando una situación incómoda y una mayor sensación de calor. Un nivel de humedad demasiado bajo, inferior al 35%, puede ser peligroso o muy molesto para las personas que padecen asma o alergias;
  • la velocidad del aire. Cuando la temperatura del aire está por debajo de la temperatura óptima de confort, incluso un ligero aumento de la velocidad del aire puede crear un movimiento que percibimos como una corriente de aire frío y provocar una mayor pérdida de calor de nuestro cuerpo al ambiente.

 

qué es el confort térmico

 

Cómo garantizar el confort térmico

 

En general, en base a lo que se dijo, el confort térmico se consigue con una temperatura del aire de entre 17 °C y 22 °C y una humedad del aire de entre el 40% y el 60%, con una diferencia entre la temperatura media de la superficie de las paredes, el suelo y el techo (temperatura media radiante) y la temperatura del aire inferior a 2 °C. Por último, la velocidad del aire debe ser inferior a 0,2 m/s.

 

Para conseguirlo, es esencial un buen aislamiento térmico del hogar. Pero no es todo. 

 

Un buen sistema de calefacción inteligente puede mejorar mucho el confort térmico del edificio.  

 

En concreto, un termostato inteligente puede ayudarle a ajustar y medir con precisión la temperatura de todas las habitaciones de su hogar. Además, con sus funciones avanzadas, puede controlar el nivel de humedad y la calidad del aire interior, alertando de la presencia de agentes externos como sustancias nocivas como CO2, monóxido de carbono, etanol o tolueno.

Las válvulas termostáticas para radiadores también pueden garantizar un confort uniforme en toda la casa. Al detectar la temperatura ambiente, regulan el uso de la calefacción en consecuencia, ahorrando energía y manteniendo un alto nivel de confort térmico en el hogar. 

 

A menudo también están equipados con una función de "ventana abierta" que, al detectar un descenso repentino de la temperatura y un cambio significativo en la velocidad del aire, es capaz de identificar la presencia de una ventana abierta, provocando una suspensión temporal de la calefacción en la habitación en cuestión.

 

Todo ello puede gestionarse fácilmente a distancia a través de una app para smartphone, a menudo compatible con los asistentes de voz Alexa y Google Home.

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